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"Todo lo puedo en Cristo que me fortalece" (Filipenses 4,13)

Inserita il: 06/03/2017

3 commentario(i) ...


Las Hermanas Pastorcitas, en comunión con los Amigos de Jesús Buen Pastor, el Padre Oscar “Cacho” Pacheco, de la Diócesis de Rio Cuarto, y Pilar, del Instituto de las Anunciatinas, junto a misioneros de las provincias de Buenos Aires, Córdoba y Salta, y misioneros de Bolivia, hicieron presencia y misión con la pasión de San Pablo en el barrio de ‘Villa Floresta’, Salta. 
“La Iglesia ‘en salida’ es una Iglesia con las puertas abiertas. Salir hacia los demás para llegar a las periferias humanas no implica correr hacia el mundo sin rumbo y sin sentido. Muchas veces es más bien detener el paso, dejar de lado la ansiedad para mirar a los ojos y escuchar, o renunciar a las urgencias para acompañar al que se quedó al costado del camino.” (EG 46)
 
Fueron días intensos de oración y pastoral en el cerro (donde se encuentra ‘Villa Floresta’), en la visita a las familias casa por casa, en actividades con los niños y pensando otras para jóvenes. También nos acompañó un maestro en medicina tradicional china, Aldo Campello, quien solidariamente atendía por la mañana en el cerro y por la tarde en la parroquia. 
María, Madre del Buen Pastor, señora y madre del cerro, nos fue formando el corazón como lo hizo con su Hijo, en la escucha atenta, en la sencillez pastoral, en la oración paulina, en la palabra que consuela y anima, en la alegría que evangeliza, en la presencia que contiene y sostiene la obra de Dios.
 
Quedan incontables anécdotas y momentos vividos por pura gracia de Dios, quien nos llamó y nos envió al cerro, a encontrarnos y compartir la fe. La palabra saboreada por el pueblo, esas manos sacerdotales que elevaban el Cuerpo eucarístico de Jesús en lo alto y que los mismos cerros y el cielo, todo parecían alabarlo, glorificarlo y sentirlo. 
¡Cuántos corazones y rostros renovados por la fe! Cuántas sanaciones, cuántas obras de pura misericordia de Dios, quien nos precedió en el camino y nos acompaño en el ‘paso a paso’.
 
“Vuestra misión es una misión de alegría”, nos dice el Padre Alberione, y en esa alegría evangelizadora nos encontramos en un partido de futbol con niños y jóvenes en un potrero del cerro, con hinchada y murga, hasta los misioneros y las religiosas fueron participe de la polvareda en la cancha. También el último día se compartió una peña de despedida con cantos y un pequeño video que resumía la experiencia de la misión. 
 
Como regalo del Señor, fue el compartir ecuménicamente con el Pastor evangélico el partido de fútbol, y luego, la Santa Misa de clausura y la peña, a la cual, se acercó con su familia. ¡Qué gran gesto! 
Tenemos mucho que agradecer al Buen Pastor que se hizo Camino, Verdad y Vida, que nos invita a este ‘escándalo’ de anunciarlo con la alegría, con la música y los cantos, con la Biblia y el fútbol, con la vida y el cansancio, renovados en el espíritu, sostenidos por Maria, la Madre del Buen Pastor…
 
Martìn, Gabriela y Micaela, por los Cooperadores Paulinos AGBP

Testimonios misioneros
 
“Yo creía que la misión iba a ser como dar una lección donde debía poner a prueba lo aprendido en el año y fue más, mucho más; afronté miedos y doblegué mi carácter, todo para un hermoso fin: llenar de Esperanza esos corazones olvidados, sedientos del Padre que los ama. En Él, crecí un montón, y al ser mi primera misión, viví el renacer de mi vida gracias al testimonio recibido de corazones humildes, obra de Dios. Alabado sea Dios que nos acompaña y enseña a hacer lo mismo por nuestros hermanos. Amen.”
Magui, de Salta

“Fui invitada, sin planearlo, al encuentro de Cooperadores AGBP, que se realizó en Salta, junto a hermanos de Bolivia, Salta, Córdoba y Buenos Aires. Hoy, descubro, que esa invitación fue como la voz que grita en el desierto, en el desierto que mi corazón estaba atravesando, que, desde hace más de dos años, venía rumiando.
¡Cuánto para agradecer a las Pastorcitas que con su humildad, sencillez, entrega, desde lo secreto, gritan en el desierto! Dios me estaba llamando nuevamente, y una hermana Pastorcita,
desde su pequeñez grandiosa supo leer mi corazón, lo que Dios puso en él.
Sentirme familia, hermana, comprendida por las palabras que el Beato Alberione dejó. Sentir que las lecturas propuestas para los Ejercicios Espirituales me hablaban en ese momento, en particular, para poder volver a despertar nuevamente al servicio. Servir a Dios como Él quiere que lo sirva. Un camino que voy descubriendo y recorriendo pasito a paso, en el que necesito ayuda para discernir, en el que Dios me puso a las Pastorcitas para que me acompañen en este caminar.
La Misión, poder anunciar el Reino de Dios, en actos concretos. Aprender que anunciar, es también escuchar, escuchar al que sufre, al oprimido, al que no tiene voz en su entorno más cercano y en el mundo.
Trabajar con los niños, pensando en el futuro: trabajar para el Reino de Dios con los niños, es trabajar desde la prevención. Cuantos más niños, cuanto más pequeños, conozcan el amor de Dios, más pronto Dios podrá sanar sus heridas, caminarán más sanos, sintiéndose amados, comprendidos, contenidos y serán futuros misioneros.  Trabajar hoy con los niños, es tener menos jóvenes sufriendo el flagelo de las drogas, menos padres, madres,
esposas y maridos golpeadores, es tener menos traficantes de drogas, de órganos, de trata de personas.
Es sanar y evitar situaciones de abuso. 
Misionar, colaborar en el Reino de Dios, colaborar para que su plan se cumpla. Anunciar que Dios es Amor, y dar su Amor. Dar a Jesús. Estar atentos a las necesidades, caminar junto a Jesús Buen Pastor que apacienta sus ovejas, y a su Madre, que guían nuestro caminar. ¡Qué feliz se siente formar parte de su rebaño, y que inmensa Misericordia el llamarnos y permitirnos ser sus pies en busca de la ovejita perdida! Qué maravillosa es su obra, que nos llama a nosotros, indignos pecadores, a ser sus brazos para abrazar, sus oídos para escuchar, sus pies para caminar, su boca para proclamar y consolar. Qué perfecto es el obrar de Dios que, en ese dar, en ese darlo, lo encontramos y nos encontramos con Él. Encuentro en el que nos dice: «Yo soy el buen pastor.
El buen pastor da su vida por las ovejas» (Jn 10, 11);
y así encontramos la fuerza que sólo puede venir de Él.”
Micaela, de Bs. As.


“Junto a las hermanas Pastorcitas de Argentina y de Bolivia vivimos, los últimos días de enero y los primeros de febrero, una misión que fue muy ‘de Dios’.
El lugar elegido para misionar fue un barrio de la periferia de la ciudad de Salta, llamado “Villa Floresta”. Allí viven una gran cantidad de familias, que por sus pocas oportunidades para tener un hogar en la ciudad, fueron construyendo sus casas en los terrenos libres de las laderas de los cerros que rodean la ciudad. Es un barrio de gente trabajadora, algunos muy pobres, y otros no tanto; pero todos sufren flagelos comunes por vivir en estos sectores, como la falta de agua potable, la dificultad del terreno y la falta de cloacas. Sin embargo, el peor flagelo de todos es el de la DROGA, que allí atrapa a los jóvenes, adolescentes y niños que diariamente juegan y pasan el tiempo en la calle.
Lo verdaderamente bello es que más allá de todo eso, es gente de mucha fe, fe popular y de tradición. En cada hogar podemos encontrar la imagen de la Virgen, que con mucho esmero cada familia venera de manera particular. Es hermoso ver en cada Misa cómo llegan los miembros de cada familia trayendo en andas su Virgencita, toda adornada y colorida.
El Grupo Misionero que se reunió junto a las hermanas y al sacerdote que nos acompañó, fue muy variado en edades, procedencias y experiencias de vida, incluyendo diferentes miembros de la Familia Paulina; pero de mucha oración y muy lleno de un amor generoso y de una alegría sin igual. Se generó una comunión que sólo puede venir del Espíritu. Al ver a los misioneros, se podía decir que el Buen Pastor estaba presente. Por donde ellos pasaban había música, oración, baile, abrazos, encuentros.
Durante toda la misión no faltaron las dificultades, enfermedades, malas noticias, urgencias, etc…; pero a pesar de ello, nadie se desanimó, al contrario, se incrementó la oración y, con fervor y fe, se siguió para adelante, bien al estilo de San Pablo: «…atribulados por todas partes, pero no abatidos…» (2 Cor 4, 8). Por un lado, la visita a las casas, a las familias, escuchando la historia de la gente, sus necesidades, sus alegrías y tristezas ¡cuánto amor al recibirnos! Por otro lado, los encuentros, juegos y la catequesis con los niños, las Eucaristías celebradas y vividas en comunión en las calles del barrio, el médico que casi sin descanso atendió a más de cien pacientes de manera gratuita…; y el cierre ‘de oro’: un hermoso torneo mixto de fútbol  donde al fin pudimos llegar a estrechar vínculo con los jóvenes y adolescentes, y donde también participó con entusiasmo el Pastor evangélico del lugar. Todo muy de Dios.”
Pilar  (Anunciatina, de Bs. As.)


Testimonio del Encuentro de Cooperadores Paulinos
 
“Quisiera compartir uno de los tantos momentos que se vivió en el Retiro, donde se nos invitaba, particularmente, a reflexionar, a modo personal, sobre la figura del laico comprometido en la vida de la Iglesia, un aspecto que, como Cooperadores Paulinos, es vital en la entrega y el servicio…
Una de las citas bíblicas que nos ayudó e iluminó para esta tarea fue: «Viviendo en la verdad y en el amor, crezcamos plenamente, unidos a Cristo» (Ef. 4,15).
En lo personal, sentí que esta Palabra nos invitaba a mirar a la otra persona con la misma caridad con la cual la mira Jesús. Hacernos uno con el otro, con un gran respeto recíproco de las limitaciones individuales, y fortaleciendo los dones y carismas que cada uno posee como regalo de Dios, de manera de lograr un verdadero y más perfecto sostenimiento mutuo con el otro. Ese otro, que también es un don, como nos invita el Papa Francisco en su mensaje para esta cuaresma: “Cada vida que encontramos es un don y merece acogida, respeto y amor”.
Cada uno tiene su carisma, su don, que son regalos para compartir generosamente con los demás, no para guardar egoístamente. Dones y carismas que además se complementan armoniosamente con los del otro. Podríamos pensar que, en cierta media, cada uno es miembro de la gran familia de la Iglesia junto con el otro, no como una relación de dependencia, sino como una acción de cooperación, donde cada uno ofrece de sí su mayor fortaleza, y su debilidad, se ve enriquecida y suplida por la fortaleza que caritativamente ofrece el otro. Sin perder nunca de vista que no somos dueños de esos dones y carismas, no es algo que poseemos por mérito personal. Dios lo da, y por eso, debemos donarlos con gratuidad al hermano que peregrina como nosotros en la vida.
Nuestro esfuerzo como laicos comprometidos debe orientarse, siempre en la medida de lo posible, y con el mayor esfuerzo, a procurar el bien común, con y para el otro, con una fe sincera y segura que reconoce que el Señor se encarga de suplir nuestras carencias. Siempre caminar con el otro, siempre tirar juntos para ese mismo lado donde el soplo del Santo Espíritu nos quiere conducir, de no generar divisiones inútiles, ya que:«todos somos más que uno en Cristo Jesús» (cfr. Gal 3,28)
Marcelo, de Córdoba

 





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Pili

09/03/2017 | 01:44

Que bella misión! Gracias Señor!

Albina Bosio

08/03/2017 | 12:41

Feliciaciones por el lindo trabajo.

Maricel sjbp

08/03/2017 | 00:15

GRACIAS POR COMPARTIR LA BELLEZA DE LLEVAR LA BUENA NOTICIA EN LAS PERIFERIAS," SIEMPRE ADELANTE, SIEMPRE EN CAMINO, SIEMPRE MEJOR."

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